El monopolio del poder.
El primer rasgo específico del Estado moderno es que pretende monopolizar el
poder coercitivo en su propio territorio. Siguiendo a Max Weber, podemos
definir el Estado como «una asociación de tipo institucional que en un
territorio determinado trata con éxito de monopolizar la violencia legítima
como instrumento de dominio». En la actualidad, cuando hablamos del Estado no
nos referimos a la sociedad en general, sino a una instancia concreta dentro de
ella, con las siguientes características:
• Es una institución política, impersonal y soberana, con jurisdicción suprema
sobre su territorio, que tiene en exclusiva la capacidad de promulgar leyes que
regulan de modo público y obligatorio impuestos, cargos, recompensas,
privilegios, derechos, obligaciones, etc.
• Tiene una estructura unitaria de poder que pretende ser legítima y que
permanece a través de los cambios de gobernantes y gobernados concretos. Este
poder se ejerce a través de una burocracia o conjunto de funcionarios
encuadrados en una organización jerárquica, específicamente dispuesta para
administrar los asuntos públicos.
Dominación y legitimación.
Para que la sociedad funcione de un modo más o menos satisfactorio y puedan
alcanzarse metas colectivas es preciso que las acciones individuales estén
concertadas, y esto exige, a su vez, la presencia de un poder capaz de influir
sobre la conducta de las personas, aun contra su voluntad, y de imponer
sanciones y coacciones que aseguren determinados comportamientos, en especial
el cumplimiento de las obligaciones que establecen las leyes. Pero este poder
tiene que ser aceptado por toda la sociedad, es decir, el derecho de los
gobernantes a imponer su voluntad debe ser previamente reconocido. La aceptación
de este derecho por parte de los demás se llama legitimación e implica que ese
poder y su ejercicio están justificados.
De acuerdo con Max Weber, se pueden diferenciar tres tipos de dominación, es
decir, tres procesos a través de los cuales las formas de dominación política
se convierten en relaciones de poder socialmente aceptadas y, en este sentido,
permiten y garantizan que los gobernantes se vean a sí mismos con el derecho de
gobernar y a los demás con el deber de obedecer. Estos tres tipos de dominación
son la carismática, la tradicional y la racional-legal.
En las sociedades pluralistas actuales, la legitimación del poder político sólo
puede configurarse como racional-legal, de modo que se establezcan
procedimientos que aseguren el acuerdo de todos los miembros de la sociedad.
El contrato social.
A partir de la Edad Moderna, el individuo aparece como la clave del orden
social y político. Por tanto, la idea de un contrato o pacto entre todos los
miembros de la sociedad, en su condición de libres e iguales, se convierte en
el modelo de justificación política más utilizado. El contrato social básico es
imaginario, hipotético, no puede haber existido en la realidad; damos por
supuesto que las normas y leyes de la sociedad funcionan como si ese contrato
hubiese sido firmado.
La teoría del pacto social describe una situación inicial, un estado de
naturaleza, para a partir de ahí explicar la necesidad del Estado. No se trata,
pues, de explicar el origen histórico de un determinado orden social, sino más
bien de aportar razones que justifiquen su posible aceptación por parte de
todos los implicados.
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